Santa María Madre de la Iglesia. Lunes de de la IX Semana del Tiempo Ordinario
Des el silencio meditativo del día del anuncio del
Ángel Gabriel, María no ha dejado de estar al lado de su hijo. Aparentemente
ausente en muchos momentos, la Madre ha acompañado en sombra la obra de Dios y
en momentos cumbre se hace patente su maternidad. Esa maternidad continúa en la
etapa de la Iglesia inaugurada en Pentecostés. La Madre del Señor es, ahora,
nuestra Madre. Como tal la honramos.
Juan 19, 25-34
Junto a la cruz de Jesús estaban su
madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su
madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a
tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que
ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre.
Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la
acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E,
inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día
de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado,
porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las
piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al
primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús,
viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los
soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario