Solemnidad de la Santísima Trinidad. X Domingo del Tiempo Ordinario
¡Qué distinto el plan de Dios del plan de los hombres!
Mientras que a los hombres nos resulta casi imposible no juzgar y pretendemos
la condena, incluso previamente al conocer a fondo al otro, Dios mira a los
hombres con otros ojos. Mirada que puso en su propio Hijo. Mirada cuyo objetivo
no es otro que rescatar a la humanidad y que pasa exclusivamente por el filtro
del amor. Un amor sin condiciones. Un amor que justifica al hombre. Un amor que
lo salva. Un amor misericordioso y que es capaz de acoger y perdonar. No
tenemos mayor modelo de amor que la comunidad amorosa de la Trinidad.
Juan 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo, que entregó
a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida
eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el
que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de
Dios.
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