San Juan de Ávila
Martes de la IV Semana de Pascua
A pesar del tiempo que Jesús ha compartido con sus
paisanos, de las palabras y los gestos que han visto en todo este tiempo,
continúan esperando más. No faltan gestos ni palabras, falta un corazón abierto
y unos sentidos atentos a recibir lo que Dios quiere. Puede que nosotros
sigamos esperando.
Juan 10, 22-30
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del
templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de
Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el
Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en
nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque
no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me
siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las
arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado, es más que todas las cosas,
y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
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