La Bienaventurada Virgen María de Fátima
Viernes de la IV Semana de Pascua
Que nuestro corazón se turbe es muy habitual. A diario el
mismo ritmo de nuestra vida nos conduce a la inquietud, la preocupación, la
incertidumbre y el desánimo. Recuperar el camino, la luz no es una tarea fácil.
El Señor nos da esa serenidad que centra nuestra vida. En Él encontraremos la
Vida.
Jn 14,1-6: Yo soy
el camino y la verdad y la vida.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed
también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría
dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar,
volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.
Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre
sino por mí».
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