XXXI Domingo del T.O.
No lo dudamos los creyentes, el
mandamiento más importante para nosotros es el de amar, pero amar a Dios tiene
un compromiso ineludible con los hermanos, con los demás. Y dicho mandamiento
se hace difícil cuando se trata de amar a aquellos hermanos con los que no
simpatizamos o que se han convertido en un obstáculo. Asistimos estos días una
prueba increíble de compromiso con el prójimo en esta ola de solidaridad que la
tragedia del este español ha despertado. Ojalá no necesitásemos tragedias para
cumplir con este mandato del amor.
Mc 12,28b-34
En aquel tiempo, un escriba se
acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero
de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: «Escucha, Israel,
el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo
es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que
estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda
tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y
que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y
amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y
sacrificios».
Jesús, viendo que había
respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de
Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más
preguntas.
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