San Leandro, obispo
Miércoles de la XXXII Semana del T.O.
De aquellos diez enfermos que
fueron liberados de las cadenas del dolor y el sufrimiento, solo uno se volvió para
dar gracias a Dios. Y encima el evangelista Lucas incide en que era samaritano,
enemigo natural de los judíos. Pues solo él se giró ante la mirada misericordiosa
y amorosa de Dios. Solo él fue capaz de reconocer la acción de Dios en su vida.
Solo él respondió con fe. Qué más da el origen de su sangre, su tierra, su
cultura. Uno abrió el corazón a Dios. ¡Cuántas coas que pensar hoy y en nuestra
iglesia!
Lc 17,11-19
Una vez, yendo Jesús camino de
Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad,
vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a
gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los
sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de
camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió
alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en
tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los
diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria
a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha
salvado».
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