El próximo 21 de octubre la
Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, una jornada
misionera en la que de un modo especial, la Iglesia universal reza por la
misión y los misioneros y colabora con ellos.
Materiales disponibles en el blog:
La apuesta de la
Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias en España, al proponer
este lema, es audaz y atrevida. Produce una cierta sonrisa de incredulidad. Sin
embargo, no es otra cosa que lo que hace la Iglesia desde su nacimiento, lo que
hacen los misioneros cuando son enviados al mundo, lo que hace cualquier
cristiano que se ha tomado en serio el ser discípulo misionero.
El cambio que
promueve el Domund nace
del corazón donde ha entrado Dios. Desde un corazón que
ama se vence el egoísmo, se deja de pensar solo en las necesidades propias y se
comienza a pensar en las necesidades de los demás. Se sale, de las cuatro
paredes del confort, al mundo sin fronteras. El Señor da fuerza y acompaña a
quien emprende este camino, que es el camino del discípulo misionero.
“Esta
transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el
«contagio» del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el
descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe
por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor”, dice el papa
Francisco en su Mensaje para esta Jornada Mundial de las Misiones.
Una mirada a los
pueblos evangelizados desde el minuto cero certifica que este cambio es
susceptible de llevarse a cabo, porque no se trata de planes que no se puedan
abarcar, sino de acciones que se puedan realizar. Por eso, no se puede hablar
de la evangelización como algo “teórico”, sino como una transformación real. De
hecho, Obras Misionales Pontificias propone a los misioneros como ejemplo de
que el cambio en el mundo es posible. Ellos lo provocan con su “vida y obra”;
con acciones concretas que han transformado la realidad de pueblos y personas
con nombre y apellido. Solo desde esa “proximidad” se va produciendo poco a
poco el cambio global.
Y es que el gran cambio que transforma los corazones esclavizados por el
individualismo, el espiritualismo, el encerramiento en pequeños mundos, la
dependencia, la instalación, la repetición de esquemas ya prefijados, el
dogmatismo, la nostalgia, el pesimismo, el refugio en las normas, llega a
través de cambios pequeños, es posible y está al alcance de todos: “Se trata de
no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo
tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy. Por tanto, pido a
todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el Señor
que nos ama, un sincero «examen de conciencia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario