sábado, 6 de octubre de 2018

Te doy gracias, Padre...


La mirada de Dios siempre se dirige a los más sencillos y humildes. No se fija Dios en la sabiduría humana para elegir a alguien, ni en la grandeza de las posesiones. No. Dios se fija en el interior de cada ser humano, en la grandeza del corazón, en la disponibilidad interior y en la generosidad de la respuesta.

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Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
Jesús les dijo: Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los pequeños. Si, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

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