En los próximos días en toda la Unidad Pastoral celebraremos la Fiesta de la Virgen del Rosario. Todos, sin exclusión, guardan en su profundo interior una gran devoción por nuestra Madre en la advocación del Rosario.
Por ello, os acercamos a todos una introducción sobre esta fiesta. Según la
tradición de la Iglesia, hacia el año 1208 la Virgen María se apareció a Santo
Domingo de Guzmán, llevando en sus manos un rosario.
Este sacerdote
castellano y santo católico, fundador de la Orden de predicadores (más
conocidos como Dominicos), aprendió a rezarlo, instruido por la Virgen y, a su
vez, lo extendió a sus amigos más cercanos, entre ellos a Simón IV de Montfort
y a sus tropas, los cuales vencieron en la batalla de Moret contra los herejes,
y atribuyeron su victoria a la ayuda de la Virgen. Desde ese momento la Virgen
del Rosario quedó ligada a la defensa de la fe.
Únete a la oración del Rosario. Haz Click en la imagen.
Pero, sin duda,
la batalla más recordada fue la de Lepanto, librada en 1571, donde los
católicos españoles, romanos y venecianos lograron frenar la invasión otomana
(turcos) el día 7 de octubre. Se dice que el Papa Pío V estaba rezando el
rosario en el momento en el que le comunicaban dicha victoria. Este Papa instituyó
la fiesta del Rosario y la advocación de Nuestra Señora de las Victorias. Su
sucesor, el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra
Señora del Rosario.
En las
apariciones de la Virgen en Lourdes (1858) y en Fátima (1917)
nuestra Madre
pidió que se rezase el Santo Rosario. Recientemente el Papa Francisco ha pedido
que todo el mes de octubre los fieles recen el Rosario para que la Madre de
Nuestro Señor proteja a la Iglesia de aquellos que quieren apartarnos del
camino de Dios. Nos invita al final del Rosario, a concluir recitando una de
las invocaciones más antiguas a la Santa Madre de Dios:
“Bajo tu amparo
nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen,
gloriosa y bendita!”
junto con la
oración tradicional a San Miguel escrita por León XIII:
“San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas
del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica.
Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha
conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que
vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.
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