Esta sociedad que ha decidido suicidarse a costa de burocracia y papeles, ha generado un clima terrible de desconfianza en la palabra. Y tras la palabra, las personas. Desconfiamos de las palabras que nos dan nuestros más próximos porque nos han impuesto los papeles firmados para todo. Sin embargo, la fe y la caridad no funcionan así. Se rigen por otros criterios. Quizá es el momento de repensar nuestras relaciones con Dios y con los demás...
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Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
discípulos: Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la
medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha
venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le
responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos
acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y
se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le
dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid
y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que
pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre
vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O
si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará
el Espíritu Santo a los que se lo piden?
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