En los
tiempos actuales, la carestía de vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada es notable. La desacralización de nuestra sociedad ha relegado las
vocaciones a un ámbito profundamente íntimo y personalizado. Sin embargo, los
cristianos creemos y sentimos la necesidad inmensa de sacerdotes. Lo notamos en
la reducción de su presencia en nuestros pueblos, fiestas y otros
acontecimientos. A nuestras parroquias asisten laicos que colaboran
estrechamente en el desarrollo de las acciones pastorales. Sin embargo, no
suplen nunca al sacerdote. Por eso tenemos que seguir insistiendo en nuestra
oración por las vocaciones.
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Lucas 10,
1-12
En aquel
tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en
dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
“La mies es
abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envié
obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio
de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por
el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta
casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si
no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que
tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en
casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a
los enfermos que haya en ella, y decidles: "El reino de Dios ha llegado a
vosotros".
Pero si
entráis en una ciudad y no os reciban, saliendo a sus plazas, decid:
"Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo
sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha
llegado".
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma
que para esa ciudad”.
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