San
Isidro Labrador
La
misión del discípulo no es suya. El discípulo hace suya la misión del Señor. A
veces tenemos la tentación de pensar que somos nosotros quienes hacemos grande
la tarea. La misión nos supera. Somos mensajeros, testigos con nuestra forma de
vivir de algo mucho más grande.
Jn
12,44-50
En
aquel tiempo, Jesús dijo, gritando:
-
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve
a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que
cree en mí no quedará en tinieblas.
Al
que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para
juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis
palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo
juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que
me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé
que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha
encargado el Padre.»
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