El mensaje de Jesús revela a un Dios más próximo y personal
de lo visto hasta ese momento. En las antiguas civilizaciones los dioses eran
percibidos en la lejanía, como si ello les hiciese más grandes. El Dios de
Jesucristo tiende puentes, rompe muros y atraviesa obstáculos. El vínculo de
Dios y los hombres es el amor, del cual surge una relación de filiación. Un
Dios extraño no se entrega hasta el extremo.
Jn 15,12-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como
yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os
he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto
dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando:
que os améis unos a otros.»
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