viernes, 15 de mayo de 2020

Daréis fruto...


San Isidro Labrador. Viernes de la V Semana de Pascua
No hay duda de que la palabra amor es un de esas palabras grandes. De esas que no se pasan de moda. Pero el uso excesivo quizá nos ha hecho olvidar su profundidad. Es posible que llamemos amor a demasiadas cosas. ¿Quizá nos lo deberíamos preguntar? ¿Qué es para nosotros amor? El Evangelio marca una exigencia singular y única. No es amor aquello que no conlleva un compromiso como fruto irrenunciable del amor, no como una imposición, ni como una obligación. Es fruto del amor, así de simple. Quien ama se siente inclinado a dar frutos de ese amor. Y el fruto del amor se nota, se huele, se palpa y deja su rastro en las páginas de la historia.

Juan 15, 12-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».


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