Domingo de la
Ascensión del Señor
La esperanza cristiana no se asienta en la espera
paciente en el sofá de casa a que el Señor vuelva e instaure el Reinado de
Dios. Lejos de esta espera pasiva, Dios nos propone una postura proactiva.
Hombres y mujeres convencidos de la misión recibida en el bautismo que se
adentran en el misterio de la vida humana para transformarla. Hombres y mujeres
reformados por el amor que no dudan en poner en el centro de sus vidas el
Evangelio. Hombres y mujeres que mantienen el legado recibido como un don.
Hombres y mujeres cercanos a las necesidades de los más vulnerables, pues los
pobres fueron, son y serán la opción preferencial del Señor. ¿Dónde estoy yo?
Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos
se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero
algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado pleno poder en el
cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todos
los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin de los tiempos».
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