Martes de la V
Semana de Pascua
Uno de los saludos más propios del Resucitado tras la
pascua es: “la paz os dejo”. No hay duda de que tras el tiempo de la tormenta
viene la calma. Tras la tensión interna que han vivido los discípulos, la
presencia de Jesucristo en medio de la comunidad supone un bálsamo. Ahora, de
repente, anuncia su ausencia. Pero no es un abandono. La presencia del Señor en
la nueva comunidad es constante. La garantía de tal presencia es la comunidad
de amor del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
Juan 14, 27-31a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os
la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me
amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo.
Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros,
pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí,
pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el
Padre me ha ordenado, así actúo».
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