Viernes de la VI
Semana de Pascua
Allá por el año 2013 nos sorprendió el Papa Francisco
con una frase muy significativa. EL Papa dijo que a veces los cristianos
teníamos cara avinagrada. Muchos se quedaron en lo anecdótico de sus palabras, pero
el discurso era más amplio. La alegría de la fe no se puede embotellar para
mantenerla siempre intacta. No es un estado permanente. Es un estado dinámico
que se abre al futuro. Y se abre en esperanza. De lo contrario lo convertimos
en algo nostálgico y lo embotellado corre el riesgo de avinagrarse. Las
palabras del Evangelio de hoy son una llamada constante a esa esperanza
realista, no ficticia o superficial. La alegría que brota del interior, de una
fe cuidada.
Juan 16, 20-23a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«En verdad, en verdad os digo,
vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros
estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz,
siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño,
ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís
tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os
quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».
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