Lunes de la IV
Semana de Pascua
Dicen que en los momentos de crisis y dificultad
suelen surgir los populismos, pero también los mesías. Si además lo alimentamos
con el miedo, la receta perfecta para que los mesías falsos afloren. Y este
tiempo que nos está tocando vivir es uno de esos. Agoreros que entran en
nuestras casas a través de los modernos medios de comunicación vendiendo
esperanzas, cuanto menos, inquietantes. Venderán recuperaciones veloces,
soluciones fáciles, potingues milagrosos, pero ¿es lo que nuestra vida
necesita? ¿El vacío que esperamos llenar se colmará con bienes materiales? ¿Lo
podremos comprar? ¿O es algo que está mucho más profundo?
Juan 10, 1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que
no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra
parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de
ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va
llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas
las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la
voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero
ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy
la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y
bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí
se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y
matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan
abundante».
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