Domingo de Pentecostés
La llegada del Espíritu Santo va
acompañada de la paz, de la alegría y del envío. Tres palabras esenciales en la
vida del cristiano. El Espíritu Santo es la presencia de Dios en el tiempo de
la Iglesia, un tiempo que debe estar marcado por la alegría, la paz y la
misión. A veces los cristianos parecemos inmersos en batallas que nos quitan la
paz interior, unas veces nos desunen, otras nos separan de la realidad y de los
destinatarios de la misión. Es tiempo de reflexionar sobre el puesto que le
hemos dado al Espíritu en nuestra vida de fe, tiempo de reconocerlo y vivir
desde la alegría, de ser testigos del amor y la paz. Como dice el Papa
Francisco, los cristianos no debemos parecer avinagrados, nuestra alegría debe
ser contagiosa.
Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les
dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las
manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me
ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento
sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos».
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