Solemnidad de la Ascensión del Señor
VII Domingo de Pascua
La misión del Señor se extiende a
los creyentes. Ya no es una misión exclusiva de Jesús en la que somos meros
destinatarios. Participamos activamente en la misión encomendada por el Padre
al Hijo. Somos sus testigos. Anunciamos su mensaje, le anunciamos a Él. En esto
consiste nuestro cometido, en anunciar al mundo entero lo que creemos, en dar
razón de nuestra fe a través de nuestra forma de vivir. Por eso las implicaciones
de ser seguidor del Señor comprometen nuestra propia vida.
Marcos 16,15-20
En aquel tiempo, se apareció
Jesús a los once y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad
el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se
salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán
estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán
serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño.
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor
Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar el
Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las
señales que los acompañaban.
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