San Matías, Apóstol
Viernes de la VI Semana de Pascua
El principio del amor es la clave
para entender la revelación de Dios. Libre y gratuitamente Dios se revela a los
hombres a lo largo del tiempo y, de manera culminante, en Jesucristo. Dios no
tiene la necesidad de darse a conocer y de relacionarse con el ser humano, pero
por amor a nosotros decide hacerlo. Toma la iniciativa. Y hasta tal punto nos
ama que entrega a su propio hijo por nosotros. No existe amor más grande. Ese
amor nos vincula de una manera especial… No somos siervos, somos hijos. Es ese
amor el que nos constituye sujetos de esta nueva relación. Pero ello exige de
nosotros frutos concretos y reales que no pueden ser de desamor. Frutos que pasan por la entrega generosa y desinteresada a Dios en los demás.
Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así
os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi
alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que
el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si
hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo
que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me
habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y
deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al
Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos
a otros».
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