Martes de la VII Semana de Pascua
¡Cuántas veces nos preguntamos
cómo es nuestra oración! Nos dicen, nos indican y aconsejan… pero a veces
olvidamos que nuestro maestro de oración es el Señor. Baste como ejemplo de
oración este texto del evangelio de Juan que hoy proclamamos, un modelo de
relación de absoluta confianza entre Dios y su Hijo. Reza pausadamente.
Juan 17, 1-11a
En aquel tiempo, levantando los
ojos al cielo, dijo Jesús:
«Padre, ha llegado la hora,
glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le
has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le dado sobre todo
carne, dé la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu
enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la
tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre,
glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el
mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los
que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han
guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti,
porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han
recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú
me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por
el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es
tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el
mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
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