Martes de la VI Semana de Pascua
La ausencia del Señor se presenta
como una alternativa triste para los discípulos. Sin embargo, Jesucristo
mantiene en alerta vigilante a sus seguidores. El envío del Espíritu Santo dará
fortaleza a los testigos del Señor, a quienes creen en él para afrontar el
tiempo nuevo que se inaugura tras la resurrección. Nuestra fe adolece de cierta
duda respecto al Espíritu. Reconocemos a Dios Padre, nuestra fe es adhesión a
la persona de Jesucristo, pero aún nos falta dotar al Espíritu del protagonismo
que merece en nuestro tiempo. Quizá esa falta de fe y de confianza nos hace más
débiles y vulnerables.
Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y
ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos
dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la
verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el
Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto
al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado,
porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis;
de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
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